lunes, 30 de enero de 2012

Underworld. El despertar



Fruto de la sequía de ideas que asola el mundo del cine desde hace ya bastante tiempo (demasiado, diría yo...), llega hasta nosotros "Underworld. El despertar", segunda secuela (y digo segunda porque "Underworld. La rebelión de los licántropos" es una precuela y no propiamente una secuela), del film de éxito estrenado en 2003 y dirigido por el ascendente Len Wiseman, también firmante de "Underworld. Evolution" y que en este caso cede las riendas a los desconocidos Mans Marlind y Björn Stein, aunque permanece en sus labores de productor y guionista.

"Underworld. El despertar" enlaza directamente con el final de "Underworld. Evolution" (al igual que ésta lo hacía con la conclusión de "Underworld"), y ello para contarnos la "purga" que los humanos están llevando a cabo sobre las razas vampírica y licantrópica, de la que no se salva casi nadie, ni siquiera la propia Selene, la cual es atrapada, al tiempo que su amado Michael Corvin resulta muerto, y todo para despertarse (de ahí el título de la cinta) 12 años después en un laboratorio más perdida que un pulpo en un garaje, momento en el cual el mundo ha cambiado considerablemente, pues los vampiros han pasado de ser la raza que gobernaba en la sombra a simplemente permanecer en la sombra para esconderse de los humanos, mientras que los licántropos son una raza en peligro de extinción. Además, cuál no será su sorpresa al enterarse de que tiene una hija que ha heredado la naturaleza híbrida de su difunto padre...

A la vista del argumento, nos encontramos con el dato novedoso de que en esta película la raza humana pasa a ostentar un papel sustancialmente más importante que en las anteriores entregas, en las cuales era poco más que el alimento de las razas  protagonistas. Del resto, pues la verdad es que nada nuevo bajo el sol, ya que nos encontramos ante una cinta que repite la estética de las anteriores, y que tan buen resultado le dio, por otra parte...

Al frente del reparto nos encontramos, una vez más, a la flamante esposa del principal responsable de la saga (Wiseman) , la actriz inglesa Kate Beckinsale, en uno de los papeles que más alegrías le ha dado en toda su carrera; claro que, por otro lado, y en contraposición, hemos de reconocer que la saga funciona cuando la tiene a ella de protagonista (la precuela fue un fracaso, a pesar de contar en su reparto con los geniales Michael Sheen y Bill Nighy pasándoselo en grande). Entre los demás intérpretes, podríamos resaltar la labor llevada a cabo por Stephen Rea, pero no para bien, pues el gran actor irlandés en absoluto se toma su papel en serio y resulta ciertamente sobreactuado. Ya en lo tocante a la dirección, los realizadores, que firman como Marlind & Stein, se limitan a imitar el estilo y la forma en que Wiseman rodó las anteriores.

Entendámonos: "Underworld. El despertar" es un film única y exclusivamente orientado a fans de la saga, a aquellos que disfrutaron con las anteriores entregas (incluso con la precuela, que no hacía sino contarnos una historia de sobra conocida por todos...), porque no aporta nada nuevo, siendo uno de esos productos de rápida consumición y aún más rápida digestión. 

jueves, 26 de enero de 2012

Un paso más en la dirección correcta

De momento, vamos bien. Y es que "Rango" ha sido nominada al Oscar a la "Mejor Película de Animación", mientras que "Tintin" no... Seguiremos viendo cómo se desarrollan las cosas, pero esto es un paso en la dirección adecuada.

lunes, 23 de enero de 2012

Me temo lo peor...



Algo me dice, llámenlo pálpito, intuición o, incluso, si quieren, premonición, que voy a perder la ya de por sí escasa (no puedo menos que reconocerlo...) fe que tengo en la Academia de Cine de Hollywood. ¿Y cuál es la razón?, se preguntarán. Pues bien, siendo inminentes las nominaciones a los Oscars de este año (correspondientes a las películas estrenadas a lo largo de 2011), y sin saber si será nominada o no, y mucho menos ya si resultará premiada o no, un servidor se atreve a afirmar con rotundidad, así, con la boca grande, que la cinta merecedora del Oscar a la Mejor Película de Animación no es otra que "Rango", el film dirigido por Gore Verbinski y a cuyo personaje protagonista dobla el genial Johnny Depp. Cualquier otro resultado distinto será absurdo, estúpido y, sobre todo, injusto, muy injusto.

Claro que el hecho de que en la reciente ceremonia de los Globos de Oro la ganadora resultara ser la horrenda "Las aventuras de Tintin: El secreto del Unicornio", hace imaginar que ésta, con su espléndida animación y su insultante guión, pueda alzarse con la preciada estatuilla del tío Oscar. 

Llegados a este punto, digo yo: vale que la animación constituya un punto clave a la hora de decantarse por qué film es más merecedor de ganar el premio, pero... ¿Acaso la historia no cuenta para nada? Porque vale que la animación de "Tintin" (lo admito: me da pereza escribir el título entero otra vez...) es increíble, pero la historia hace más agua que el Titanic después de comerse el iceberg... En cambio, la animación de "Rango" también roza la perfección y su historia, ¿cómo decirlo? Ya sé: es una auténtica maravilla, así de claro. Su guión, a cargo de John Logan, es brillante, combinando una historia estilo western clásico con un humor de lo más inteligente, con ciertos tintes surrealistas nada fuera de tono.

Vamos, que más claro, agua. Pero, por supuesto, como decía en el título de esta reseña, me temo lo peor, y veo el preciado Oscar en las manos de Steven Spielberg y Peter Jackson, excelentes cineastas donde los haya, no lo niego, pero que en el caso que nos ocupa, no se merecen ganar...

jueves, 19 de enero de 2012

La chispa de la vida



He aquí la nueva propuesta cinematográfico del atrevido y siempre carismático Álex de la Iglesia, ex-director de la Academia de Cine Española (al frente de la cual demostró un saber estar y una firmeza que para sí querrían muchos otros, llegando al punto de dimitir a causa de su absoluto desacuerdo con la entonces denominada "Ley Sinde"). Se trata de "La chispa de la vida", una cinta magistral, lo digo desde ya mismo, que no dejará indiferente a nadie, independientemente de que guste o no, de que sea un éxito de taquilla o no.

"La chispa de la vida" narra la historia de Roberto (un soberbio Jose Mota, que demuestra con este film que es muchísimo más que la mitad del dúo Cruz y Raya o "el que hace sketches en la tele los viernes por la noche"), un publicista en paro que busca trabajo desesperadamente y al que ya nadie da el más mínimo crédito, a pesar de haber sido el ideólogo de aquella famosa "Chispa de la vida" del anuncio de Coca-Cola. El caso es que, tras una desastrosa entrevista de trabajo, que representaba quizá una de sus últimas oportunidades para sacar adelante a su familia, se ve convertido en el centro de atención de todos los medios de comunicación al sufrir un aparatoso accidente que termina con un hierro clavado en su cerebro, ante lo cual ni médicos no bomberos tienen claro qué hacer. Es entonces cuando Roberto hace lo que mejor sabe y decide "venderse" al mejor postor para tratar de dejarles la vida solucionada a su mujer (Salma Hayek) y a sus hijos, que constituyen su máxima preocupación.

Como mencionaba, al frente del reparto se encuentra el humorista Jose Mota, quien en esta ocasión se aleja radicalmente de aquello a lo que nos tiene acostumbrados (si bien goza de un par de escenas en las que deja salir su vena más cómica), y no sólo eso, sino que lo hace totalmente victorioso, pues logra construir un personaje ciertamente interesante y, sobre todo, creíble. A su lado, tenemos a un reparto de lo más interesante, desde una Salma Hayek que, alejándose de sus habituales papeles en Hollywood, nos deja escuchar su auténtica voz y nos demuestra que, más allá de su imagen, es una gran actriz, pasando por un genial Juan Luis Galiardo, en el papel del alcalde de la ciudad donde tienen lugar los acontecimientos, más preocupado por mantener una buena imagen que de la salud del herido, hasta llegar a un notable Juanjo Puigcorbé, en el papel de un magnate de la televisión sin escrúpulos. Eso sí, como contrapartida tenemos al nefasto Fernando Tejero, que no resulta creíble en ninguno de los papeles que interpreta, por más que lo intente, a no ser, quizá, en el del famoso portero que le dio la fama.

Detrás de las cámaras, como decía al principio, tenemos al singular Álex de la Iglesia, que en 1995 consiguió realizar su mejor película: "El día de la bestia", no obstante lo cual he de reconocer que la cinta que nos ocupa se halla ahí, ahí con esta última, si bien en géneros opuestos, de ahí que resultaría absurdo establecer siquiera una mínima comparación entre ambas.

No quisiera terminar sin destacar la enorme labor crítica que De la Iglesia lleva a cabo con "La chispa de la vida": en primer lugar, es feroz su ataque contra el elevado grado de amarillismo presente en la nuestra actual televisión, en la que el morbo está presente las 24 horas del día, aunque quizá sea predominante en la sobremesa... Por otro lado, a mi modo de ver, también lanza un ataque, aunque sea un poco más sutil contra aquellos cargos públicos que, ante situaciones delicadas como la sucedida en el film, se preocupan más de salvar su culo, con perdón, y aquello que más les interesa que de preservar una vida, caso del alcalde (el mencionado Galiardo) y, en menor medida, la directora del museo (Blanca Portillo).

En resumen, "La chispa de la vida" es una cinta más que recomendable, un claro ejemplo de la buena salud de la que goza el actual cine español, a pesar de sobrevivir a duras penas ante la escasez de financiación (la cual, desde el pasado 20 de noviembre, corre el riesgo de agravarse considerablemente, si lo que se dice es cierto). Y como tal, nadie debería dejar de verla, pues supone un soplo de aire fresco en la actual cartelera, acercándonos una historia original, divertida por momentos (pues De la Iglesia consigue salir airoso de la difícil tarea que suele representar el combinar el drama con unas gotas de comedia) y profundamente crítica. Vamos, que en una escala del 1 al 10, se merece de un 8 para arriba.

lunes, 9 de enero de 2012

Sherlock Holmes. Juego de sombras



Es de sobra conocido ese dicho que reza "Segundas partes nunca fueron buenas". Pues bien, a pesar de que un servidor no se siente capaz de proclamar la falsedad de tamaña afirmación, sí me atrevo a decir que hay segundas partes (y terceras, ya puestos...) que consiguen mantener el tipo frente a la cinta predecesora, sin desmerecer los logros alcanzados por aquélla. "Sherlock Holmes. Juego de sombras" entra dentro de esas secuelas que siguen la senda marcada por el film original sin hacernos renegar de la ya saga o blasfemar haciendo que a todos y cada uno de sus responsables les piten los oídos. Ahora bien, no puedo dejar de reconocer que algo sí que se ha perdido, y por ello esta segunda entrega es un, pongamos, 0,5% inferior a la película estrenada hace dos años, que no es otra cosa que ese llamémoslo toque especial dado al personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle, que en esta sigue presente, pero claro, ya nos lo esperábamos...

"Sherlock Holmes. Juego se sombras" prosigue las aventuras del detective cuyo nombre da título a las dos cintas (Robert Downey, Jr.) y de su fiel e inseparable compañero, el Dr. John Watson (Jude Law), esta vez enfrentados al más acérrimo enemigo de Holmes, el malvado Profesor James Moriarty (Jared Harris). Y en ello se nos ofrece una ágil combinación de acción, aventuras, algo de intriga y una considerable dosis de humor, a cargo fundamentalmente de su intérprete protagonista.

Seamos francos: esta segunda entrega gustará a quienes gustó su predecesora, de la misma manera que horrorizará a quien horrorizó la primera entrega, ni más ni menos, así de simple. Y es que, como les comentaba al inicio de esta reseña, "Sherlock Holmes. Juego de sombras" sigue la línea dibujada por "Sherlock Holmes", sin más complicaciones (ni novedades, todo sea dicho de paso). Así pues, basta con haber visto la primera, y en función de la impresión causada, tomar la decisión de rascarse el bolsillo y pagar el precio de la entrada para ver el film que nos ocupa.

Tengo la mente dividida (o más bien el corazón): considero a Robert Downey, Jr. un genio, de esos que, al igual que el gran Johnny Depp, pueden lograr que con ellos y una cámara fija grabándoles se haga una película, sin más ornamentos, si bien no dejo de reconocer que en esta nueva entrega de las aventuras del detective privado más famoso de todos los tiempos, se halla notablemente sobreactuado... El resto de los intérpretes están correctos, quizá con la salvedad de Jared Harris, que logra construir un Moriarty de lo más amenazante, ya no por histriónico (¡gracias!), sino por contenido y sutil, demostrando que es un gran actor y no sólo el hijo de su padre. Detrás de las cámaras volvemos a tener al genial Guy Ritchie, un hombre que con "Snatch" firmó una obra maestra, por lo que siempre contará con el respeto y la admiración de quien esto suscribe, que pasó una "etapa oscura" durante el tiempo que duró su matrimonio con Madonna, pero que ahora está consiguiendo salir del agujero al que la cantante y pseudo-actriz lo había tirado.

En resumen, "Sherlock Holmes. Juego de sombras" da lo que promete. Y lo que promete es lo mismo que daba "Sherlock Holmes". Si han visto ésta, ya sabrán lo que se van a encontrar, y si no, pues les recomiendo que lo hagan, y a posteriori, decidan qué hacer con respecto a la segunda, pues no tiene mucho sentido empezar la casa por el tejado, ¿no creen?