jueves, 19 de enero de 2012

La chispa de la vida



He aquí la nueva propuesta cinematográfico del atrevido y siempre carismático Álex de la Iglesia, ex-director de la Academia de Cine Española (al frente de la cual demostró un saber estar y una firmeza que para sí querrían muchos otros, llegando al punto de dimitir a causa de su absoluto desacuerdo con la entonces denominada "Ley Sinde"). Se trata de "La chispa de la vida", una cinta magistral, lo digo desde ya mismo, que no dejará indiferente a nadie, independientemente de que guste o no, de que sea un éxito de taquilla o no.

"La chispa de la vida" narra la historia de Roberto (un soberbio Jose Mota, que demuestra con este film que es muchísimo más que la mitad del dúo Cruz y Raya o "el que hace sketches en la tele los viernes por la noche"), un publicista en paro que busca trabajo desesperadamente y al que ya nadie da el más mínimo crédito, a pesar de haber sido el ideólogo de aquella famosa "Chispa de la vida" del anuncio de Coca-Cola. El caso es que, tras una desastrosa entrevista de trabajo, que representaba quizá una de sus últimas oportunidades para sacar adelante a su familia, se ve convertido en el centro de atención de todos los medios de comunicación al sufrir un aparatoso accidente que termina con un hierro clavado en su cerebro, ante lo cual ni médicos no bomberos tienen claro qué hacer. Es entonces cuando Roberto hace lo que mejor sabe y decide "venderse" al mejor postor para tratar de dejarles la vida solucionada a su mujer (Salma Hayek) y a sus hijos, que constituyen su máxima preocupación.

Como mencionaba, al frente del reparto se encuentra el humorista Jose Mota, quien en esta ocasión se aleja radicalmente de aquello a lo que nos tiene acostumbrados (si bien goza de un par de escenas en las que deja salir su vena más cómica), y no sólo eso, sino que lo hace totalmente victorioso, pues logra construir un personaje ciertamente interesante y, sobre todo, creíble. A su lado, tenemos a un reparto de lo más interesante, desde una Salma Hayek que, alejándose de sus habituales papeles en Hollywood, nos deja escuchar su auténtica voz y nos demuestra que, más allá de su imagen, es una gran actriz, pasando por un genial Juan Luis Galiardo, en el papel del alcalde de la ciudad donde tienen lugar los acontecimientos, más preocupado por mantener una buena imagen que de la salud del herido, hasta llegar a un notable Juanjo Puigcorbé, en el papel de un magnate de la televisión sin escrúpulos. Eso sí, como contrapartida tenemos al nefasto Fernando Tejero, que no resulta creíble en ninguno de los papeles que interpreta, por más que lo intente, a no ser, quizá, en el del famoso portero que le dio la fama.

Detrás de las cámaras, como decía al principio, tenemos al singular Álex de la Iglesia, que en 1995 consiguió realizar su mejor película: "El día de la bestia", no obstante lo cual he de reconocer que la cinta que nos ocupa se halla ahí, ahí con esta última, si bien en géneros opuestos, de ahí que resultaría absurdo establecer siquiera una mínima comparación entre ambas.

No quisiera terminar sin destacar la enorme labor crítica que De la Iglesia lleva a cabo con "La chispa de la vida": en primer lugar, es feroz su ataque contra el elevado grado de amarillismo presente en la nuestra actual televisión, en la que el morbo está presente las 24 horas del día, aunque quizá sea predominante en la sobremesa... Por otro lado, a mi modo de ver, también lanza un ataque, aunque sea un poco más sutil contra aquellos cargos públicos que, ante situaciones delicadas como la sucedida en el film, se preocupan más de salvar su culo, con perdón, y aquello que más les interesa que de preservar una vida, caso del alcalde (el mencionado Galiardo) y, en menor medida, la directora del museo (Blanca Portillo).

En resumen, "La chispa de la vida" es una cinta más que recomendable, un claro ejemplo de la buena salud de la que goza el actual cine español, a pesar de sobrevivir a duras penas ante la escasez de financiación (la cual, desde el pasado 20 de noviembre, corre el riesgo de agravarse considerablemente, si lo que se dice es cierto). Y como tal, nadie debería dejar de verla, pues supone un soplo de aire fresco en la actual cartelera, acercándonos una historia original, divertida por momentos (pues De la Iglesia consigue salir airoso de la difícil tarea que suele representar el combinar el drama con unas gotas de comedia) y profundamente crítica. Vamos, que en una escala del 1 al 10, se merece de un 8 para arriba.

2 comentarios:

  1. Pues suena interesante… habrá que acercarse a verla... y eso que a mí, Mota, no me hace mucha gracia...

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  2. Bueno, en este caso no se trata de que haga gracia, sino todo lo contrario, que está el hombre que se sale...

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