lunes, 10 de junio de 2013

Objetivo: la Casa Blanca



Creo que, a día de hoy, nadie puede discutir que el concepto de actioner, ese tipo de cine que gustaban de hacer Stallone, Schwarzenegger, Willis y unos cuantos más, y que tantas alegrías le está dando al primero con sus resucitados "mercenarios", está muerto y enterrado. Y es que en la actualidad funciona otro tipo de cine, sobre todo otro tipo de cine de acción, ya no gusta ese "uno-contra-todos" que tan buenos resultado daba en las décadas de los 80 y 90. No obstante, de vez en cuando Hollywood nos sorprende con alguna que otra cinta que sigue los parámetros del actioner, si bien adaptados al siglo XXI (esto es, con unas dodis de sangre y violencia considerablemente menores). Uno de estos ejemplos lo constituye "Objetivo: la Casa Blanca", un film que copia en gran medida el formato de ese gran clásico del cine que es "Jungla de cristal", cambiando el rascacielos Nakatomi Plaza por la Casa Blanca y al policía John McClane de Bruce Willis por el agente del Tesoro y ex-agente del Servicio Secreto Mike Banning (Gerard Butler).

Mike Banning (Butler) es un agente del Servicio Secreto caído en desgracia (por las circunstancias acaecidas al inicio de la película y que aquí no desvelaremos) que tiene que conformarse con un trabajo de oficina (desde cuya ventana, por cierto, ve la Casa Blanca) para el Departamente del Tesoro. En una de estas, unos terroristas norcoreanos (elegidos conveniente porque poco importa, por no decir nada, que se molesten al ponerlos de malos en una peli) atacan la Casa Blanca y toman rehenes, entre ellos el presidente (Aaron Eckhart). Y como Banning es un patriota de tomo y lomo, no dudará en tirar de pistola y meterse en el edificio presidencial sin que los terroristas se enteren para tratar de salvar la situación. Entre tanto, y teniendo en cuenta que tanto el presidente como el vicepresidente se hallan secuestrados, el mando de la nación lo debe asumir el portavoz del Gobierno Trumbull (un Morgan Freeman que pasó a recoger el cheque).

"Objetivo: la Casa Blanca" cuenta con virtudes y defectos. Entre las primeras está precisamente la de recuperar, al menos en parte, ese concepto que les mencionaba al principio, el de actioner, que tan gratos recuerdos nos trae a quienes superamos la treintena, así como también construir una película de acción de lo más entretenida. Entre sus defectos, el más obvio es su guión, que hace algo más que beber de la fuente que supone la ya mencionada "Jungla de cristal", encandenando un tópico tras otro, de manera que no podamos esperar encontrarnos ninguna clase de sopresa final, más bien al contrario: el film termina tal cual nos lo imaginamos desde su minuto uno.

En lo tocante personal encargado de llevar a buen puerto esta película, nos encontramos con un reparto encabezado por un Gerard Butler que demuestra una vez más su carisma en la pantalla y sus capacidades para el cine de acción (algo que hace entre comedia y comedia, en las que suele lucir una barriga cervecera y una cara-pan de agárrate y no te menees...), secundado por un Aaron Eckhart en un papel rudimentario que poco le aporta a su carrera, un Morgan Freeman que, como ya he dicho, se pasó a por el cheque y un Rick Yune ejerciendo de malo-malísimo como ya ha hecho alguna que otra vez. Detrás de las cámaras tenemos a un Antoine Fuqua en horas bajas, que se limita a realizar su trabajo con mucha eficacia y cero personalidad.

En resumen, nos encontramos ante un producto de acción muy digno y entretenido pero sin un ápice de originalidad, cosa que tampoco pretende (de ahí que el resultado funcione... aunque no se haya visto respaldado por la taquilla).